5 estrellas
10
El árbol de la vida
Título original: The Tree of Life
Año: 2011
País: Estados Unidos
Duración: 139 min.
Género: Drama
Categoría: Películas cristianas
Edad: +13
Director: Terrence Malick
Guion: Terrence Malick
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Reparto: Brad Pitt, Sean Penn, Jessica Chastain, Hunter McCracken, Laramie Eppler, Tye Sheridan, Fiona Shaw

Años cincuenta. Jack O’Brien vive al cuidado de sus padres, junto a sus dos hermanos menores. Su madre es una mujer bondadosa, mientras que su padre es un hombre autoritario, que intenta hacer a sus hijos más fuertes a base de disciplina.

Hay películas sobre las que resulta difícil escribir, porque solo su visionado puede hacerles justicia. Esta obra maestra de Terrence Malick, premiada en 2011 con la Palma de Oro en Cannes, es uno de esos casos. Ya desde su apabullante comienzo queda claro que se trata de un film diferente, algo por otra parte obvio, teniendo en cuenta el personalísimo estilo de su autor, donde no se aprecian -al menos aparentemente- influencias externas.

La estructura narrativa utilizada por Malick no es lineal, sino que adopta un desarrollo elíptico, sin atender a normas preestablecidas. Esto ha generado reacciones dispares entre el público y no se puede negar que la propuesta exige esfuerzo por parte del espectador, pero su riqueza antropológica y la potencia visual de sus imágenes no tienen parangón.

Los padres de Jack representan las dos opciones vitales que plantea la historia: el camino de lo divino y el de la naturaleza. La madre, interpretada por una excelente Jessica Chastain, está tocada por la gracia y encarna la bondad. Su marido, por contra, prefiere seguir la vía de la fuerza, tanto en su vida como a la hora de educar a sus hijos. En su elección cada uno asume unas dificultades, la madre por ser buena en un mundo hostil y el padre por reprimir sus emociones. Cada postura igualmente aporta unas ventajas, para ella la recompensa del amor y de lo eterno, y para él los bienes inmediatos, aunque caducos.

Jack se parece más a su progenitor, pese a que la relación entre ambos sea compleja. Durante su adolescencia no entiende el comportamiento de su padre ni la maldad de algunos de sus propios actos. En su edad adulta busca reconciliarse con su pasado, formulándose preguntas acerca de Dios, que le ayuden a reencontrase consigo mismo.

Malick muy raramente concede entrevistas o hace apariciones en público, pero ha revelado mucho de él en sus películas parcialmente autobiográficas, especialmente en To the Wonder y en esta que nos ocupa, inspirada en su infancia. En ella refleja el amor de su madre -maravilloso personaje- y la rigidez de su padre, quien apenas muestra afecto hacia los suyos. Esta figura paterna, presente en las posteriores Knight of Cups y Song to Song, siempre es redimida por el cineasta.

También es recurrente en la filmografía de Malick uno de sus hermanos, fallecido en trágicas circunstancias, y representado aquí por un chico sensible, al que le gusta tocar la guitarra. Precisamente, la muerte de uno de los hijos de la familia constituye el principal hilo conductor de la trama, anticipado por el prólogo con un fragmento del Libro de Job.

El largometraje tiene una insólita profundidad espiritual. Su director, antes de dedicarse al cine, fue profesor de filosofía y nada en su obra es superficial. En esta cinta reflexiona, desde una perspectiva cristiana, sobre la presencia divina en la existencia de cada persona -en sus alegrías y tristezas-, y acerca del más allá. Asimismo, se pregunta por qué Dios permite que ocurran desgracias, vinculando esta cuestión a la creación del origen del universo. Justamente, uno de los aspectos más singulares de El árbol de la vida es, sin duda, el modo en que aúna la cotidianidad de una familia con la extraordinaria escenificación del inicio del cosmos.

La fotografía denota una enorme sensibilidad, aparte de un gran dominio de la luz natural y, concretamente, de la hora mágica. Las evocadoras imágenes complementan un relato con pocos diálogos, principalmente sustentado por pensamientos en off. La conjunción entre este apartado visual con el musical, conformado por la banda sonora de Alexandre Desplat y varios temas clásicos, consolida el carácter marcadamente poético del film.

Todos los años se estrenan decenas de películas entretenidas, un puñado de producciones notables y tal vez alguna sobresaliente. Sin embargo, no es frecuente encontrar un título de la trascendencia y la belleza de este poema cinematográfico, que aun sin ser fácil, es todo un regalo para los sentidos y para el alma.

El árbol de la vida (fotograma)