Si Dreyer hubiese corrido la misma suerte que su malogrado hermano, habríamos perdido a uno de los grandes genios del séptimo arte. Su madre, Josephine Nilsson, se quedó encinta de un terrateniente sueco, Jens Christian Torp, para el que trabajaba como sirvienta. Este la repudió, porque rechazaba la posibilidad de formar una familia con una mujer de una clase social inferior. Josephine se trasladó de Suecia hasta Copenhague para dar a luz y allí dejó al niño en un orfanato, donde le adoptaron los Dreyer. Casi dos años después del nacimiento de la criatura, Josephine, que había tenido un nuevo embarazo no deseado, murió intentando abortar.
A Dreyer, que recibió el nombre de Carl Theodor por su padre adoptivo, tampoco le fue muy bien con la familia que se hizo cargo de él, especialmente con su distante madre. Sobre ellos, ya de adulto, escribió que le recordaban constantemente el favor que le habían hecho al acogerle y le decían que no tenía derecho a nada1. Por eso, se independizó en cuanto pudo. Se casó con veintipocos años y ejerció diversas ocupaciones antes de comenzar a adentrarse en el cine.
Juana de Arco y la dicotomía amor-odio
Hay tres cimas en la filmografía del danés, justamente sus largometrajes más místicos, aparte de varias películas notables, como Gertrud. La primera de su terna de obras maestras es La pasión de Juana de Arco, rodada al final de la etapa muda. Recuerdo que al verla me quedé asombrado al comprobar que, en los años veinte, ya había cineastas con un dominio total de la imagen, aunque la cámara cinematográfica fuera todavía un invento relativamente reciente. Asistido por el director de fotografía Rudolph Maté, Dreyer captó, mediante un sinfín de primeros planos, la angustia y perseverancia de la joven Juana, interpretada por una maravillosa Maria Falconetti.
Pese a que hayan pasado más de noventa años desde que se estrenara esta producción, nadie ha logrado una representación tan sobresaliente de la Doncella de Orleans y eso que lo han intentado realizadores de primer nivel. Dreyer llevó a cabo esta adaptación con su característico rigor y unos métodos minuciosos al máximo, que no siempre eran sencillos de asimilar para los que trabajaban con él.
Otra de sus mayores aportaciones es la perturbadora Dies irae, con la que puso fin a más de una década de inactividad tras Vampyr. El fracaso de esta última, insuficientemente apreciada en su momento, le hizo mella hasta el punto de obligarle a pasar tres meses ingresado en una clínica de París, casualmente llamada Jeanne d’Arc2. Con fama de exigente y dudas en torno a la rentabilidad de sus filmes, tuvo que tomarse bastante tiempo antes de retomar su oficio, porque quería seguir siendo fiel a su estilo. Y vaya si lo consiguió. En Dies irae, ambientada en la Dinamarca del siglo XVII durante la caza de brujas, aborda temas que se repetirán a lo largo de su trayectoria, radiografiando la naturaleza del amor y del mal.
La intransigencia que había retratado en la época muda, en títulos como Páginas del libro de Satán o La pasión de Juana de Arco, toca de lleno el argumento de esta historia. No me resulta fácil ver en la pantalla el comportamiento distorsionado de personas que se consideran seguidoras de Cristo, pero que, debido a una lectura errónea del Evangelio, adoptan conductas que les dañan a ellos y a los demás. Muchos personajes de Dies irae viven, a efectos prácticos, de espaldas al cristianismo, ignorando que son no practicantes de la religión del amor.
El milagro más bello jamás filmado
En un documental que Torben Skjødt Jensen dedicó a Dreyer3, Preben Lerdorff Rye contó que el director estaba tan inmerso en su labor que una noche le llamó a las dos o las tres de la madrugada para hacerle un comentario acerca de un guion. Este intérprete es de los pocos que colaboró en más de una ocasión con él. Tuvo un papel importante en Dies irae y dio vida al mítico Johannes en Ordet (La palabra), una cinta que refleja la espiritualidad como parte intrínseca del ser humano y expone las diferentes actitudes que pueden tomarse ante la fe.
El relato, basado en una obra teatral del pastor protestante Kaj Munk, transcurre en ambientes luteranos y se sumerge en lo transcendente hasta una profundidad pocas veces alcanzada por el cine. Con secuencias muy largas, que evidencian la vocación ascética de su autor, trata de descifrar el significado de la presencia de Dios y muestra la pequeñez de nuestras disputas ante su grandeza. La parte final es lo más perfecto que he visto en una película. Lo que consigue Dreyer, sin recurrir al fuera de plano, es un milagro fílmico solo al alcance de un genio que pudo no haber nacido.
Aunque Dreyer creció sin el afecto materno, articula de forma magistral la trama en torno a Inger, una mujer embarazada de su tercer hijo que encarna la fe desde la bondad. En este aspecto me recuerda a la madre representada por Jessica Chastain en El árbol de la vida. Se da la circunstancia de que, hace siete años, cuando hicimos un especial sobre el mejor cine espiritual, en el que participaron varios críticos y el director Rafael Gordon, Ordet (La palabra) y El árbol de la vida fueron, por este orden, las más valoradas.
Lo que pudo ser y no fue
El danés era tan perfeccionista que suspendió un rodaje porque las nubes no iban en la dirección que quería3. Completó un número limitado de largometrajes, en particular en sus últimos treinta años de carrera. Sus exigencias constituyeron un obstáculo en su búsqueda de financiación en Hollywood para una cinta dedicada a Jesús de Nazaret, que anheló hacer durante décadas y en la que trabajó hasta su muerte.
Escribió un guion que nunca materializaría, publicado en castellano por Ediciones Sígueme. Su intención era filmar en Israel en hebreo antiguo4, pero no logró el respaldo de ningún productor en Estados Unidos. Al enterarse, el italiano Carlo Ponti le invitó a viajar a Roma, ya que estaba dispuesto a apoyar su idea. Sin embargo, según Jørgen Roos, experto documentalista y director de fotografía, Dreyer tomó la decisión de rechazar que su película fuese costeada por los descendientes de los romanos que habían crucificado a Cristo4. Las cosas de los artistas.
Otro de sus proyectos frustrados fue la adaptación de la vida de María Estuardo. No obstante, tras estos reveses hubo un hallazgo casi milagroso. En 1981, alguien encontró en Oslo, de manera fortuita, una copia del montaje inicial de La pasión de Juana de Arco, sin las cuantiosas modificaciones impuestas en su época. El negativo original se había consumido en un incendio y Dreyer falleció pensando que su versión de la heroína francesa estaba definitivamente extraviada. No fue así. Ni su visión de Juana ni su talento se perdieron para siempre.
2. Fernández, P. (21 de noviembre de 2019). Vampyr y la humana espiritualidad de Carl Theodor Dreyer. Entrelíneas. https://www.entrelineas.org/revista/carl-theodor-dreyer
3. Skjødt Jensen, T. (Director). (1995). Carl Th. Dreyer: Min metier [Carl Th. Dreyer: Mi oficio] [Película]. Steen Herdel Filmproduktion; Unni Straume Film.
4. Roos, J. (s.f.). Jørgen Roos about Carl Th. Dreyer. Carlthdreyer. https://www.carlthdreyer.dk/carlthdreyer/about-dreyer/working-method/jorgen-roos-about-carl-th-dreyer